Así debió ser en sus buenos tiempos. Este cuadro, tiene unas dimensiones notables, mas de dos por dos metros. Fue un regalo realizado para una de las personas que trabajo en él como oficial de la república. La historia del búnker del saler entra dentro del terreno de la mitología. Fue conocido como el copón de Miaja y los nacionales colocaron sobre él , terminada la guerra, un gran crucifijo donde antes estuvo instalado un gran cañon. El cañon perteneció a un buque de la armada y fue traido hasta el saler con grandes dificultades debido a su tamaño. Se dice que incluso se utilizó una via ferrea, construida exprofeso, para acercarlo. Durante mucho tiempo se pensó que fue un arma secreta de Miaja, ya que este tenía prohibido que nadie se acercara, y estuvo vigilando de día y de noche. Se dice que Miaja con ello le ganó la batalla a Franco, ya que sabia de su temor del mar, no se atrevería a invadir Valencia por mar. Franco, que fue alumno de Miaja en la academia militar, no pudo soportar tamaña humillación:
-¡Así que no soy hombre de Mar¡ Yo que nací en el Ferrol- debió pensar el ilustre general.
Como venganza, sigue la leyenda, Franco mandó destruir todos los planos de fortificaciones y búnkeres, y al general Aranda el del Saler. Enterados de semejante desaguisado, un grupo de presos que trabajó en él, y salvaron la vida gracias a ello, importantes personajes de la burguesía valenciana, acudieron a visitar al gobernador civil para evitar su destrucción, ocurriendoseles la ingeniosa idea de instaurar un crucifijo y convertirlo en monumento.
La historia , más o menos así, la contó el hijo del oficial republicano en cuestión. El mismo tuvo que interceder de nuevo ante la alcaldia Valenciana para evitar una posterior destrucción. Todo ello está convenientemente recogido en las hemerotecas valencianas.
El amigo, en cuestión, el de la historia contada, es Andrés Castellano.