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Fortificacions i trinxeres del País Valencià by José V. Durbán Aparisi is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0 Internacional License.

miércoles, septiembre 11, 2019

Una fotografía de Luis Vidal.


En el relato familiar de nuestra particular Guerra Civil, las mujeres de la casa, siempre recordaba el trágico suceso de aquella familia que mientras estaban en plena cena fueron víctimas de un bombardeo, siendo alcanzados por un obús que les penetró por la ventana, dando alcance a todos sus miembros.

Relato, contado como una terrible tragedia, siempre se repetía en aquellas reuniones familiares donde se criticaba la barbarie y la tragedia de la guerra, y, aunque yo sólo era un niño no acababa de creer que aquella historia pudiera haber sucedido de tan imposible que parecía, de tan terrible suceso.

El bombardeo había sucedido en un lugar muy cercano a la propia vivienda familiar, por lo que el estruendo no sólo conmovió a todo el barrio, si no que debió ser oído en toda su intensidad por los silbidos ensordecedores de los obuses de aquel 14 de febrero sobre Valencia. 
Luego , había quedado subrayado en la memoria de la fecha, cuando San Valentín aún no había sustituido a nuestra tradicional "mocadora". 

Al descubrir, casi por casualidad, la foto de Luis Vidal, volvieron a mi memoria aquellos relatos de infancia en el hogar. Se plasmó, de una manera definitiva, la imagen de los hechos de aquel bombardeo. El relato que siempre contaron aparecía real. El valor de una fotografía es un documento contundente que viene a corroborar lo que hasta entonces sólo estaba en un viejo recuerdo que yo guardaba y sobre el que , a veces, llegué a dudar. De repente, la fotografía sella un relato de la memoria y lo fija para siempre, lo convierte en verdad.

Según la prensa de la época fue un buque italiano, el Duque de Aosta, el responsable de aquel bombardeo. La historia terrible, tenía nombres concretos entre los fallecidos como consecuencia del bombardeo de Valencia en aquel triste 14 de febrero:  Rosa Manso Pelegrín de 25 años, sus tres hijos de 5, 3 y 1 año; su madre Encarnación Pelegrín de 60 y otro niño Vicente Frechina Manso. El marido de Rosa, un humilde limpiabotas, que no estaba en casa en ese momento, encontró la escena al regresar a casa.

Fotografías del reportaje que realizó Luis Vidal, Calle Na Jordana (Valencia) Biblioteca Nacional de España.