Reproducimos una entrevista-reportaje realizada al arqueólogo del CSIC González Ruibal (El Español 29 de junio), que lleva años trabajando en la ciudad universitaria de Madrid. El autor de "volver a las trincheras" describe la importancia de su trabajo ante un público de expertos extranjeros.
Imagen publicada en el periódico El Español, 29 junio 2019.
Alfredo
González-Ruibal, arqueólogo del CSIC, camina a toda prisa por la Ciudad Universitaria de Madrid.
Poca gente habrá que conozca la zona y los secretos de sus edificios mejor que
él, quien lleva varios años excavándola y desenterrando todo tipo de vestigios
de la Guerra
Civil, desde la trinchera en la que se acordó la rendición del bastión republicano el 28 de marzo de 1939 hasta
bombas sin explotar.
Este
viernes al mediodía, cuando el sol y la ola de calor pegan con más fuerza, un
grupo de una veintena de personas, todas participantes en el III Congreso de la Memory
Studies Association que se clausura tras más de
1.300 ponencias, persiguen a González-Ruibal en su breve y didáctico paseo
entre facultades, entre marcas de impactos de balas, entre símbolos que aún
desprenden cierto tufo a fascismo. Es un
recorrido por el pasado, por la memoria, en unas jornadas que han puesto
el foco en la importancia de no caer en el olvido.
"Este
es un lugar muy importante, símbolo de la resistencia contra el fascismo desde
noviembre de 1936 hasta el final de la Guerra Civil. Aquí las tropas sublevadas
fueron frenadas por el Ejército republicano, no consiguieron tomar la
ciudad", relata el arqueólogo en las puertas de la Facultad de Filología y
Filosofía de la Complutense a los expertos extranjeros procedentes de todos los
rincones del mundo, como los
voluntarios de las Brigadas Internacionales, que se batieron en
ese mismo edificio hace algo más de ochenta años.
De
hecho, todos los proyectos de Alfredo González-Ruibal y su equipo —en el marco
del Congreso de la MSA también se han organizado otras rutas por las trincheras
de CIU de la mano de Alicia Torija y demás expertos— se nutren de financiación
privada, en muchos casos de alumnos
estadounidenses que vienen a España a aprender trabajando un
tesoro arqueológico. Este verano, sin embargo, no habrá campaña de
excavación en las faldas del Hospital Clínico.
La
Avenida Stalin
Al
salir de la Facultad de Filología y enfilar la Avenida Complutense, el
arqueólogo frena a todo el grupo para relatar dos hechos singulares. El primero
es tan curioso como desconocido: esa llana y larga travesía que hoy se divide
en cuatro carriles fue bautizada por los combatientes republicanos, que empuñaban
armas procedentes de la URSS, como la Avenida Stalin. Era una suerte de
referente para ellos, el único que abrió el grifo de la ayuda armamentística
para hacer frente al enemigo.
Después,
en la intersección de la Avenida Complutense con la calle del Profesor
Aranguren, en la acera opuesta al Real Jardín Botánico, el arqueólogo señala un
pilar coronado con un antiguo escudo de la Complutense. "Es un cisne
de aire fascistizado, con un gran parecido al águila fascista. Y aquí sigue,
sin que la gente sepa lo que simboliza", lanza a los expertos de otros
países.
La siguiente parada es la
Facultad de Medicina, un campo de batalla brutal dentro de la propia batalla de
Madrid, sobre todo en los primeros días de la ofensiva
franquista. En las aulas y los
pasillos de este edificio se luchó cara a cara hasta que los
republicanos lograron hacer retroceder a los tropas rebeldes y fijar la línea
del frente en la que ellos llamaban Avenida Stalin. En las escaleras de la
entrada de la escuela, la piedra todavía presenta las heridas del fuego
cruzado.
"Hemos sido capaces
de reconstruir
microcombates a través de los impacto de bala, la mayoría de
ametralladores y fusiles", cuenta González-Ruibal. Esos de la Facultad de
Medicina, en concreto, se registraron en noviembre de 1936, cuando un bando
disparaba desde un ala y el otro desde la contraria. En el tejado, donde
se apostaban los francotiradores republicanos, se aprecian a la perfección dos
tipos de ladrillos: los que sobrevivieron a la guerra y los que hubo que
reparar. Esas labores de reconstrucción fueron llevadas a cabo por prisioneros del ejército de los
vencidos, que dejaron allí tallados una
suerte de grafitis contra Franco y a favor de la hoz y el
martillo.
El problema viene del desconocimiento y la ignorancia que existe con
respecto a los vestigios de
la Guerra Civil desde todas las esferas. "Creo que es un desinterés patrimonial
más que una cuestión política", opina el arqueólogo. ¿Y habría que
convertir todo lo que se va encontrando bajo tierra en una especia de museo, o
al menos mostrarlo al público de alguna manera? "Hay cosas que se podrían
exponer, como la última trinchera que encontramos el año pasado, pero no
interesa", lamenta el experto del CSIC.
Gilly Carr, profesora titular de Arqueología en la Universidad
de Cambridge, es la primera vez que está en España. Asegura que no puede dar
una opinión muy valiosa sobre el tema porque no es experta en la Guerra Civil,
pero le sorprende cómo trata
España los restos de su conflictofratricida en comparación con los
países en los que se desarrollaron las dos guerras mundiales. "El silencio
es muy diferente", relata la experta.
Jan Miklas, de la Universidad de Gdansk, no deja de hacer preguntas durante
toda la visita. Y al final se despide sin comprender cómo estas "piezas de
historia permanecen totalmente ocultas". Él, ávido lector de literatura sobre
la Guerra Civil, tampoco entiende que sus estudiantes de Erasmus
procedentes de Tarragona no hayan leído Homenaje a Cataluña, de
Orwell. Es el olvido que se asienta sobre la Ciudad Universitaria y el resto de
España., y que el congreso de la MSA ha tratado de combatir.
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