De esta manera describía la periodista Laura Torla el pasado 8 de agosto la asombrosa presencia de un nido de ametralladoras en la playa de Oliva. Bañistas que recordaban haber jugado en su juventud sobre los nidos de ametralladora y gente que desconocía su existencia, sin saber que "bajo la arena que pisan" se ocultan testigos de la historia. Para unos y para otros es necesario recordar que estos restos del pasado son más que ruina o patrimonio, forman parte de nuestra memoria colectiva. Es en ese sentido que conviene no solo protegerlos, respetar el pasado y su historia.
Cada una de estas cosas forman parte de nuestro presente en tanto que cosas que podemos tocar y notar en un espacio y lugar determinado. Pero también son cosas que fueron tocadas y amasadas en su construcción por otras manos, unas manos que también soñaban con un presente mejor y un futuro prometedor.
Como ha recordado la periodista, de repente, bajo nuestros pies están sepultadas historias que ignorábamos, pero son una presencia que nos acompaña. Cada temporal, cada oleaje del mar parece repetirnos incansablemente que el paisaje no es un lugar sin historia. Lo recordamos en 2012 cuando en este mismo blog dábamos noticia de un nido de ametralladoras descubierto por el temporal en esa misma playa de Oliva, y lo hemos vuelto a recordar en 2020. Las sucesivas construcciones defensivas realizadas en la costa valenciana entre 1937 y 1938 pretendían defender el territorio de los golpes de mano llegados desde el mar, nunca entraron en combate y fueron, en ese sentido, una línea del silencio, más tarde del olvido.
En la primera imagen vemos la fotografía aportada por el diario El debate.
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